26 de septiembre de 2008

Neoliberales bajo la cama

La crisis económica norteamericana ya ha marcado un antes y un después en la historia económica mundial. El gobierno de Estados Unidos ha salido a rescatar a los bancos de inversiones más importantes que hasta hace pocos meses eran símbolos de la supuesta superioridad del sistema neoliberal. En Marzo, el quinto banco más grande de los Estados Unidos (Bear Stearns) fue comprado por JP Morgan (el tercer banco del país por sus activos financieros). El banco Lehman Brothers, de 180 años de existencia y el cuarto más importante de EEUU, al igual que 12 grandes bancos estadounidenses, se han declarado en quiebra mientras que el Merrill Linch (mayor empresa de corredores bursátiles del mundo) fue adquirido por el Bank de América. Los desocupados en Estados Unidos ya se cuentan por decenas de miles mientras el estado salió a absorber el 40% de las hipotecas.
Ya ha caído uno de los postulados más importantes del Consenso de Washington (principal soporte del neoliberalismo) que exponía que el estado debía reducirse y no se debía entrometer en la economía. La teoría pregonaba que el mercado se regulaba sólo por una especie de mano invisible, y por lo tanto, el estado sólo debía dar un paso al costado para no obstaculizar el libre mercado.
Resulta tragicómico observar a Estados Unidos (que implementó a sangre y fuego dictaduras en América Latina para imponer el neoliberalismo) intervenir en la economía para intentar salvar a un modelo, que demuestra día a día sus fracasos en materia económica, política y social. Sin embargo, lo que más llama la atención es el silencio de los sectores históricamente neoliberales de nuestro país que no encuentran como rearmar el discurso de libre mercado cuando su mentor del Norte usa cientos de miles de millones de dólares para salvar a reconocidos bancos y de este modo evitar la crisis global.
¿Donde está ahora Domingo Cavallo hablando de las ventajas del sistema neoliberal? ¿Dónde está Carlos Menem pregonando la necesidad de un estado mínimo y de desregular el mercado?. La frase “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago” nos viene a la mente en estos casos de crisis internacional. Es probable que estos sectores neoliberales, que actualmente se esconden bajo la cama asustados por las consecuencias del modelo que pregonaban, esperen que pase la tormenta para volver, luego, a apoyar al modelo -que sumió en la pobreza a buena parte de los pueblos latinoamericanos-, como si nada hubiese pasado. Esas minorías que se enriquecieron durante la década de los ´90 a expensas del hambre de la mayoría demuestran una vez más su cobardía y falta de realidad. Actualmente pasaron de las anteojeras a la ceguera para poder hacer la vista gorda a la intervención del estado Norteamericano en la economía.
Ante la situación de crisis de los bancos norteamericanos y el evidente fracaso del modelo neoliberal, resulta de suma importancia buscar soluciones que respondan a las necesidades de los países latinoamericanos. La mejor opción consiste en fortalecer el Banco del Sur en los países de Sudamérica para que los gobiernos puedan depositar sus reservas sin depender de los avatares de los bancos de Estados Unidos o de cualquier otra potencia. Esto serviría, no solamente para evitar que los países periféricos sigan pagando altas tasas de interés por las deudas que contraen, sino también, para dotar de mayor independencia en materia económica a la región (recordemos que por cada préstamo que pedía Argentina durante el gobierno de Carlos Menem, Estados Unidos reclamaba no solamente la devolución del valor con sus respectivos intereses sino también exigía que se implementen medidas tendientes a flexibilizar el trabajo, privatizar el sistema previsional, la educación y la salud, profundizar la apertura de la economía, privatizar empresas estatales, entre otros...).
La soberanía económica junto a la autonomía política de los países subdesarrollados son dos pasos que inevitablemente se deberán dar si queremos lograr que nuestros pueblos no tengan que someterse ante los mandatos de las potencias. El Banco del Sur serviría para dotar a los países tercermundistas sudamericanos de esta autonomía tan necesitada y nunca antes gozada. La crisis del jazz –como la llamó la presidente Cristina Fernández- nos presenta la oportunidad de darnos cuenta que solamente dejando de depender de los bancos de las potencias y creando nuestras propias herramientas, no simplemente financieras sino también culturales, políticas y sociales, podremos comenzar la disputa para lograr la Liberación de América Latina.
(Lic. Taibo Lautaro, Diario El Cordillerano 26 de Septiembre de 2008)

18 de septiembre de 2008

Evo Morales y la repetición de viejas historias

Por más de 500 años, el pueblo boliviano fue pisoteado por minoritarias que se encargaron de segregar a la mayoría indígena. Sin embargo, luego de una reñida elección, Juan Evo Morales Ayma ganó las elecciones y se convirtió en el primer aborigen en llegar a la presidencia de Bolivia marcando una importante ruptura con el pasado.
Desde que asumió el cargo, el dirigente del MAS llevó a cabo profundas reformas tendientes a asegurar condiciones de vida dignas para toda la población. Esto provocó en la oligarquía Boliviana -al igual que pasa con las oligarquías de los países latinoamericanos cuando se menciona la redistribución de la riqueza- un gran descontento teniendo como corolario el inicio de tácticas políticas y económicas tendientes a desestabilizar al gobierno para producir su caída.
A poco menos de 3 años de haber asumido, Evo Morales debió realizar un referéndum revocatorio para intentar apaciguar a las minorías secesionistas que mostraban -en los medios- que contaban con la adhesión de cada vez más cantidad de departamentos. El referéndum, sin embargo, demostró no solamente la gran vocación democrática del mandatario sino también puso en evidencia las mentiras que fueron transmitidas para confundir a la opinión pública nacional e internacional.
A pesar de que Evo demostró contar con un abrumador apoyo de la población, los resultados del plebiscito no hicieron eco en la oligarquía reaccionaria demostrando una vez más sus intenciones golpistas. Las reuniones secretas que mantuvieron el embajador norteamericano Philip Goldberg y el prefecto/gobernador de la oposición Rubén Costa fueron claros ejemplos del apoyo de los Estados Unidos a los sectores que siguen intentando desestabilizar al país.
Lo único que ha cambiado en la estrategia de los Estados Unidos desde sus intromisiones en las décadas del ´70, ´80 y ´90 ha sido que, actualmente, también organiza a la oposición para que armen grupos paramilitares conformados por sicarios, asesinos, narcotraficantes y nazis para que se levante en armas contra la población, o para que tomen el control de instalaciones estatales -que sirven para extorsionar al gobierno con la posibilidad de cortar los suministros de gas a Argentina y Brasil y, de este modo, poder sentarse en la mesa de negociación ubicados en una mejor posición-.
No es menor recordar que, tanto el gas boliviano como el petróleo venezolano son recursos estratégicos y Estados Unidos está dispuesto a robarlos estén donde estén (como lo demostró en las guerras de Afganistán, Irak y la del golfo en la década del ´90). El poderoso del Norte ya incluyó a Bolivia dentro de la lista de países que no luchan contra el narcotráfico -vieja estratagema para legitimar invasiones- e instó a los norteamericanos a que dejaran el país. Norteamérica prefiere que Latinoamérica se convierta en una zona de guerra antes que tener que presenciar el surgimiento de países económica y políticamente soberanos en su “patio trasero”. Después de todo es más difícil robarle recursos a países libres y unidos que a territorios en conflicto y fraccionados (el divide y reinarás de Nicolás Maquiavelo).
Mientras los pueblos latinoamericanos continúen haciendo oídos sordos a los problemas que enfrentan los países vecinos, la región continuará estando dividida y por lo tanto seguirá siendo inestable y vulnerable frente a ataques económicos, militares y/o políticos de las potencias.
Frente al salvajismo de la oligarquía genocidas Bolivianas -que creen en las supremacías raciales- el gobierno boliviano, ha opuesto templaza y diplomacia. Ya nadie podrá decir que el gobierno boliviano no es tolerante; pero toda tolerancia tiene un límite; El plebiscito ya ha marcado el rumbo que eligió seguir la población boliviana y las minorías deberán “mostrarse respetuosas” con esta decisión y acatarla. Y si las minorías separatistas tienen complejos raciales que les impiden respetar la voluntad de la mayoría indígena, estos señores están en todo su derecho… de abandonar el país.
(Taibo Lautaro, Diario El Cordillerano 18 de Septiembre de 2008)

El 11/S del que no se habla

El 11 de Septiembre es recordado en estos días, como el día en que una serie de aviones fueron secuestrados y estrellados contra las Torres Gemelas, el Pentágono y un campo abierto en Pensilvania (Estados Unidos). Sin embargo, hubo otro 11 de Septiembre, que llenó de sangre las páginas de la historia de nuestra hermana república chilena.
Un 11 de Septiembre de 1973, el general Pinochet tomó el poder en Chile luego de derrocar al gobierno democráticamente electo del presidente Salvador Allende. El golpe de estado fue uno de los primeros dentro de una serie de dictaduras que se planearon desde la Central de Inteligencia Americana (CIA). Para Henry Kissinger (asistente para asuntos exteriores del entonces presidente Nixon), “Allende era una amenaza mucho más peligrosa que Castro. Si Latinoamérica tomaba conciencia alguna vez, no sería por Fidel Castro. Allende era el vivo ejemplo de la reforma social y democrática en América del Sur”.
En 1970, la CIA decidió poner en acción a alrededor de 5000 espías cuyos objetivos, entre otras cosas consistía en obtener información e infiltrarse en organizaciones sociales para crear divisiones internas o incentivarlas para crear caos social o producir atentados. De la misma forma, entre 1970 y 1973, aumentaron los cupos para entrenamiento de personal militar chileno en la llamada Escuela de las Américas (o de Panamá). Esta escuela -desde su creación en 1946 hasta que fue trasladada a los Estados Unidos –en 1984- formó a más de 60.000 militares y policías de hasta 23 países de América Latina en tareas de contrainsurgencia, técnicas de combate, inteligencia militar, tácticas de comando y técnicas de interrogación utilizando desde las antiguas formas de tortura medievales hasta las más modernas implementadas en Argelia por el ejército francés durante la guerra de liberación (1954-1962).
La institución tenía como finalidad adiestrar a militares latinoamericanos en la Doctrina de Seguridad Nacional, que sería aplicada durante las dictaduras militares impuestas en la región a partir de la década del ´60. Esta doctrina postulaba que la proliferación de ideologías que propusieran cambios políticos, económicos y/o sociales -que hicieran peligrar el status quo- en países latinoamericanos constituía una amenaza para la seguridad nacional de dichos países por lo que era necesaria una contraofensiva política y militar.
Cabe resaltar que algunos de los egresados de esta escuela de tortura fueron, años más tarde, los más sanguinarios dictadores y genocidas. Entre ellos se encontraban el General Manuel Noriega (Panamá), el General Hugo Banzer (Bolivia), los Generales Viola y Galtieri (Argentina), el General Guillermo Rodríguez (Ecuador) y Anastasio Somoza (Nicaragua) entre otros.
Sin embargo, el asesinato y desaparición de miles de personas no fue el único método utilizado para someter la voluntad popular; también impusieron un modelo de acumulación financiero que sirvió para dominar mediante la exclusión de la mayoría de la población. En el caso de Chile, la dictadura del general Augusto Pinochet dejó un saldo de miles de muertos (entre ellos el mismo Allende) y desaparecidos, además de otros miles que sufrieron torturas y prisión-.
Tiempo después estos procesos parecieron agotarse y comenzaron a surgir gobiernos de ideología de izquierda. Chávez en Venezuela, Correa en Ecuador, Evo en Bolivia, Lugo en Paraguay y Ortega Saavedra en Nicaragua son algunos de tantos ejemplos.
Las políticas populares aplicadas por estos gobiernos perjudican los intereses del poderoso del Norte que quiere mantener a Latinoamérica como su patio trasero. El intento de golpe en Venezuela en el 2002 o en Paraguay el 1 de Septiembre de este año son ejemplos claros de la reaparición de antiguos métodos, pero el fracaso del golpe contra Chavez hizo surgir nuevos modos de intervención en la región. Estos últimos incluyen presiones (armadas y económicas) por parte de los sectores más ricos de la población para desestabilizar a los gobiernos populares. Esto se puede observar con claridad en Bolivia y Venezuela aunque hay casos que nos tocan mucho más de cerca.
El 11 de Septiembre tiene que ser, por lo tanto, un día de reflexión para todos los países latinoamericanos, para no perder la memoria, porque sólo el recuerdo del pasado hará que no seamos victimas de similares embestidas en el futuro.
(Taibo Lautaro, Diario el cordillerano: 11 de Septiembre de 2008)

Recuperación de Aerolíneas

El jueves 21 de agosto, la Cámara de Diputados de la Nación, aprobó el proyecto de re-estatización de Aerolíneas Argentinas por 167 votos a favor y 79 en contra. El mismo además, estipuló que el Congreso debía ser quien estableciera el monto a pagar a la empresa y la imposibilidad de la reprivatización de la aerolínea.
El transporte, en cualquiera de sus versiones, constituye un área estratégica para el desarrollo y la comunicación dentro de nuestro país y por ende, es de vital importancia que el Estado vuelva a cumplir el rol central que nunca debió dejar de desempeñar.
Aerolíneas Argentinas fue víctima, como casi todos los argentinos, del discurso hegemónico que comenzó en la dictadura militar del '76 y continuó hasta el 19 y 20 de diciembre del 2001. Este discurso, estaba basado en el Consenso de Washington en el que podemos encontrar -entre sus principales postulados- la necesidad de achicar el Estado (o que el Estado se hiciera a un lado) para dar lugar a la participación de la empresa privada -que, según los gestores del neoliberalismo, era más efectiva y garantizaba un mejor servicio a la población- y en la necesidad de liberalizar el comercio internacional.
El Estado, en esos años comenzó a retirarse de todos los ámbitos estratégicos para el desarrollo del país, profundizando una relación de dependencia con los países centrales, la desocupación y la exclusión. Aerolíneas Argentinas no constituyó una excepción; La privatización de Aerolíneas se empezó a discutir en 1988, durante el Gobierno de Raúl Alfonsín. Esta propuesta, sin embargo, naufragó por la oposición del justicialismo, que la consideró como un "atentado a la soberanía".
Sin embargo, uno de los primeros planes de Carlos Menem, cuando llegó al poder en 1989, fue la privatización de la compañía aérea. Este plan se concretó a principios de la década de los '90 luego que se cambiara su tipo societario de Sociedad del Estado a Sociedad Anónima. La firma fue vendida por el Gobierno a la estatal española Iberia (que adquirió el 85% de la compañía de cara a su futura privatización).
Antes de este grave ataque a la soberanía argentina, nuestra aerolínea de bandera era uno de los orgullos nacionales. Poseía un personal altamente calificado, una flota moderna -con numerosas rutas internacionales y nacionales- y cumplía una función importantísima en la integración de las regiones del país. Aerolíneas Argentinas era en ese momento una empresa que además generaba un excedente operativo muy importante, sin embargo fue la primera empresa en ser privatizada por la avanzada neoliberal.
Es por esto que la recuperación de Aerolíneas tiene una carga simbólica importantísima y es por esto también, que genera el rechazo de algunos sectores que durante varias décadas apoyaron -por acción u omisión- un modelo que condenó a millones de personas a la miseria.
Esta línea aérea debe convertirse, por lo tanto, en una empresa donde los trabajadores -que mantuvieron viva a Aerolíneas- sean participes del paquete accionario junto al Estado nacional. Todo proyecto de desarrollo nacional que desee la inclusión de todos los sectores de la sociedad necesita un Estado fuerte, que guié el proceso económico en los países subdesarrollados, que avance hacia la igualdad de oportunidades y que permita al pueblo el desarrollo de su potencial y su realización en un proyecto colectivo de integración nacional. Este es el camino que se debe transitar si queremos que Aerolíneas Argentinas vuelva a ser el orgullo de todos los argentinos. (Lautaro Taibo; El cordillerano: 2 de Septiembre de 2008)