18 de septiembre de 2008

El 11/S del que no se habla

El 11 de Septiembre es recordado en estos días, como el día en que una serie de aviones fueron secuestrados y estrellados contra las Torres Gemelas, el Pentágono y un campo abierto en Pensilvania (Estados Unidos). Sin embargo, hubo otro 11 de Septiembre, que llenó de sangre las páginas de la historia de nuestra hermana república chilena.
Un 11 de Septiembre de 1973, el general Pinochet tomó el poder en Chile luego de derrocar al gobierno democráticamente electo del presidente Salvador Allende. El golpe de estado fue uno de los primeros dentro de una serie de dictaduras que se planearon desde la Central de Inteligencia Americana (CIA). Para Henry Kissinger (asistente para asuntos exteriores del entonces presidente Nixon), “Allende era una amenaza mucho más peligrosa que Castro. Si Latinoamérica tomaba conciencia alguna vez, no sería por Fidel Castro. Allende era el vivo ejemplo de la reforma social y democrática en América del Sur”.
En 1970, la CIA decidió poner en acción a alrededor de 5000 espías cuyos objetivos, entre otras cosas consistía en obtener información e infiltrarse en organizaciones sociales para crear divisiones internas o incentivarlas para crear caos social o producir atentados. De la misma forma, entre 1970 y 1973, aumentaron los cupos para entrenamiento de personal militar chileno en la llamada Escuela de las Américas (o de Panamá). Esta escuela -desde su creación en 1946 hasta que fue trasladada a los Estados Unidos –en 1984- formó a más de 60.000 militares y policías de hasta 23 países de América Latina en tareas de contrainsurgencia, técnicas de combate, inteligencia militar, tácticas de comando y técnicas de interrogación utilizando desde las antiguas formas de tortura medievales hasta las más modernas implementadas en Argelia por el ejército francés durante la guerra de liberación (1954-1962).
La institución tenía como finalidad adiestrar a militares latinoamericanos en la Doctrina de Seguridad Nacional, que sería aplicada durante las dictaduras militares impuestas en la región a partir de la década del ´60. Esta doctrina postulaba que la proliferación de ideologías que propusieran cambios políticos, económicos y/o sociales -que hicieran peligrar el status quo- en países latinoamericanos constituía una amenaza para la seguridad nacional de dichos países por lo que era necesaria una contraofensiva política y militar.
Cabe resaltar que algunos de los egresados de esta escuela de tortura fueron, años más tarde, los más sanguinarios dictadores y genocidas. Entre ellos se encontraban el General Manuel Noriega (Panamá), el General Hugo Banzer (Bolivia), los Generales Viola y Galtieri (Argentina), el General Guillermo Rodríguez (Ecuador) y Anastasio Somoza (Nicaragua) entre otros.
Sin embargo, el asesinato y desaparición de miles de personas no fue el único método utilizado para someter la voluntad popular; también impusieron un modelo de acumulación financiero que sirvió para dominar mediante la exclusión de la mayoría de la población. En el caso de Chile, la dictadura del general Augusto Pinochet dejó un saldo de miles de muertos (entre ellos el mismo Allende) y desaparecidos, además de otros miles que sufrieron torturas y prisión-.
Tiempo después estos procesos parecieron agotarse y comenzaron a surgir gobiernos de ideología de izquierda. Chávez en Venezuela, Correa en Ecuador, Evo en Bolivia, Lugo en Paraguay y Ortega Saavedra en Nicaragua son algunos de tantos ejemplos.
Las políticas populares aplicadas por estos gobiernos perjudican los intereses del poderoso del Norte que quiere mantener a Latinoamérica como su patio trasero. El intento de golpe en Venezuela en el 2002 o en Paraguay el 1 de Septiembre de este año son ejemplos claros de la reaparición de antiguos métodos, pero el fracaso del golpe contra Chavez hizo surgir nuevos modos de intervención en la región. Estos últimos incluyen presiones (armadas y económicas) por parte de los sectores más ricos de la población para desestabilizar a los gobiernos populares. Esto se puede observar con claridad en Bolivia y Venezuela aunque hay casos que nos tocan mucho más de cerca.
El 11 de Septiembre tiene que ser, por lo tanto, un día de reflexión para todos los países latinoamericanos, para no perder la memoria, porque sólo el recuerdo del pasado hará que no seamos victimas de similares embestidas en el futuro.
(Taibo Lautaro, Diario el cordillerano: 11 de Septiembre de 2008)

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